Si bien estamos inmersos en la cultura del puro presente en la que el pasado ya fue y el futuro se vislumbra tan incierto que a veces nos encontramos pensando: ¿el futuro es posible?. Es importante reflexionar sobre las cuestiones fundamentales que condicionan al joven sobre su porvenir.
Es necesario rescatar al pasado, como el piso consistente, como los cimientos que le permiten afirmarse en su presente para poder proyectar un futuro. Ese pasado, que es parte de su historia, es importante que se construya, quedando en la memoria, según Pierra Aulagnier, como resguardando al sujeto, como una garantía para que este no se pierda ante los tumultuosos cambios que van a venir. Solo a partir de la elaboración de su pasado, el adolescente puede empezar a crear un espacio que le permita pensarse, representarse, imaginarse de otra manera siendo el mismo; para construir su propio proyecto futuro. Para un adolescente definir el futuro no es sólo definir que elegir, sino fundamentalmente definir quien ser y al mismo tiempo quien no ser, es decir para saber que quiere hacer primero debe conocer quien se es y donde se desea llegar en todos los aspectos de la vida. Es definir valores personales, sus relaciones con los otros, lo que representa el trabajo y el estudio, proyectos afectivos, vivir de determinada forma, etc.
Si el joven siente que es el protagonista de su propia historia, va a tener posibilidades de realizar cambios, abrirse a otras perspectivas, o analizar los aspectos que no son satisfactorios para ver que se puede hacer con eso a pesar de que las circunstancias puedan ser adversas.
El adolescente deberá realizar ciertos desprendimientos, pérdidas que tienen que ver con el mundo infantil, con el niño que fue, con los ideales de la niñez y con los padres de la infancia. Tiempo de redefinición, de un gran trabajo psíquico, en el que el adolescente empieza a mirar fuera de su familia, buscando otros modelos, ideales, otras relaciones, otros soportes que le permitan abrirse, para comenzar a esbozar su propio camino. El adolescente se está buscando a sí mismo, y para poder encontrarse pondrá en cuestionamiento los decires, los pensamientos, los mandatos parentales, apareciendo la duda que interrogará a todo lo que hasta hace poco era una certeza.
Los padres transmiten todo un bagaje que incluye las expectativas y anhelos hacia sus hijos, valores, ideales, maneras de ver el mundo, etc.. Además en este momento los padres vuelven a vivenciar, a reeditar sus experiencias pasadas, sus elecciones vocacionales, sus renuncias, etc. A la vez que comienzan a percibir que están perdiendo ese hijo idealizado, que no va a ser su continuación indiferenciada o a reparar sus frustraciones, para dar paso a un hijo, que tiene deseos propios.
Todo este momento tan complejo y confuso se ve complicado por el contexto social actual, paradójico, desestabilizante, riesgoso, sin garantías ni modelos, que movilizan fuertemente a los adolescentes, quienes toman posiciones diferentes. Hay algunos que se sienten muy vulnerables y no apuestan a su futuro, se retiran de la lucha sin presentar batalla, por temor a equivocarse, a sentir mucho malestar o frustración. Otros que no pueden poner su interés en algún campo de conocimiento, dicen que quieren estudiar pero no saben que elegir, o porque les gusta todo o lo que lo mismo no les gusta nada. Otros que peregrinan de carrera en carrera buscando afuera su dificultad que es interna.
Hay otros que comienzan una carrera sin mucha convicción respondiendo a expectativas familiares y sociales y por lo tanto presentan variados problemas para sostenerla y para insertarse posteriormente en el mundo laboral.
Es decir hoy nos encontramos con jóvenes que más que desorientados tienen profundas dificultades para elegir y sostener una profesión. Y presentan diferentes sintomatologías: apatía, pasividad, desmotivación, indiferencia, dificultades de aprendizaje, problemas para concentrarse y organizarse en los estudios, falta de intereses vocacionales o fragilidad de los mismos, dificultades para rendir un examen, sobrexigencia interna, temor e inseguridad hacia el mundo exterior, desvalorización de los propios intereses, etc.
Tal vez tendríamos que comenzar a reflexionar sobre un futuro posible, pero diferente, con otro paradigma, en otra realidad y no pretender una elección vocacional definitiva a la manera tradicional, sino hablar de elecciones transitorias abiertas a nuevas posibilidades. Y pensar que sería importante desarrollar en los adolescentes sus recursos, sus potencialidades, la capacidad de ser flexible, que le permitirán adaptarse y enfrentarse a un contexto tan cambiante y vertiginoso.
domingo, 6 de diciembre de 2009
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