Dentro del torbellino de los cambios sociales la familia aún se sostiene y perdura. Pero la actual es muy diferente a la familia tradicional del pasado, en la que las estructuras eran muy rígidas y había poco margen para el movimiento.
Las transformaciones fueron acompasadas por el debilitamiento de la autoridad paterna y el cambio de rol de la mujer, que pudo tomar el control de su cuerpo, pudiendo diferenciar sexualidad y maternidad y saliendo del hogar hacia el mercado del trabajo.
En poco tiempo la familia tuvo que flexibilizarse ante la irrupción de diferentes situaciones marcadas por cambios sucedidos en el mundo laboral, científico-tecnológico, mediático, informático, en el sistema de valores, político y de creencias. Esta coyuntura tan inestable y vertiginosa impacta en el corazón de la familia y cada una reaccionará de acuerdo con su dinámica interna para enfrentarse al conflicto que le toque atravesar.
Para pensar una definición de familia hoy, tendríamos que poner el acento en las funciones más que en los roles tradicionales de mamá o papá, en quien ocupa ese lugar y está ejerciendo la función paterna o materna. Teniendo en cuenta las nuevas formas de familia, podríamos redefinirla como la relación asimétrica entre por lo menos dos personas un adulto que cuenta con más recursos y el niño que demanda protección.
La característica natural de la relación entre padres e hijos es la asimetría (S. Bleichmar); esto significa que hay diferencia de poder y de saber o capacidad simbólica, en la cual el adulto se hacer cargo del menor. Pero ejercer la asimetría no significa poner el acento en el poder o en modelos autoritarios, sino en la obligación del padre respecto de su hijo. La asimetría tiene que ver más con la función del adulto, y con la responsabilidad que este tiene frente a sus hijos. Ya que poder y responsabilidad pueden estar en franca oposición. Y muchas veces ocurre que un padre usa arbitrariamente el poder que la paternidad le confiere para desrresponsabilizarse de su hijo, y no cumplir con sus funciones de cuidado y responsabilidad de su chico.
En relación a las funciones parentales, dice S. Bleichmar: “lo más importante es que el niño sea cuidado, que haya un proyecto para ese niño y en tercer lugar que no sea usado como objeto sino concebido como sujeto”. Sujeto en el sentido en que el hijo no está para satisfacer a los padres en sus deseos y expectativas, ni para cubrir sus vacíos emocionales, ni para acompañar a padres solitarios, ni para responder a los mandatos familiares. Sino fundamentalmente tienen que tener la libertad de crecer según sus deseos y sus potencialidades.
La función de los padres es fundamental en la formación de los hijos, que desde pequeños tienen que ir internalizando marcos de referencia como portadores de sentidos, que le trasmitan los modos de hacer las cosas, las formas de pensar y de sentir, las maneras de ver el mundo. Necesitan de un adulto ordenador que le trasmita las normas, la ley, los valores, los
códigos, que van a posibilitar constituirse como persona y prepararse para vivir en sociedad.
Cuando los hijos llegan a la adolescencia, la tarea fundamental que deberán realizar, es la separación con sus padres, para poder constituirse como sujeto independiente, necesitan discriminarse, apartarse de las figuras paternas, tolerar sentirse huérfano un tiempo. El alejamiento de los lazos parentales, el transito de lo familiar y conocido a lo extrafamiliar con la aparición de otros lugares, diferentes que les posibiliten la creación de su propio espacio. Tarea dolorosa tanto para el hijo como para los padres, ya que les implica, entre otras, una renuncia a la posesión del hijo niño, posibilitando o no, la manera en que el adolescente sale de su núcleo familiar y como ingresa en la vida social.
La forma en que se realice esta separación, cómo sea esta relación padre- hijo, la capacidad de flexibilización y adaptación a esta nueva realidad imprimirá un sello particular a este proceso. Camino que puede parecer sinuoso, pero es necesario recorrerlo y poder llegar al final habiendo construido una relación adulta y respetuosa. Muchas veces esta separación no se puede concretar y la relación queda cristalizada en una infancia eterna.
Parte de esto tiene que ver con la determinación de los padres a aceptar estos cambios del proceso adolescente, quedar destituidos del lugar de padres ideales de la infancia y la disposición a permitirle una apertura para que su hijo pueda tener la oportunidad de comenzar a construir su propio destino.
Poco tiempo atrás, la familia era el agente privilegiado de subjetivación, de socialización y de transmisión de los conocimientos, ya que los padres detentaban el saber. Situación que es trastocada con la invasión generalizada y paulatina de la cultura de los medios masivos de comunicación, relegando a los padres en el papel de mediador y metabolizador del discurso mediático. Son los medios los que penetran en el hogar trasformándose en fuente de conocimiento, instalando modelos y nuevos paradigmas sobre la realidad. Este desarrollo vertiginoso y consumista, evita que la información que se trasmite pueda ser analizada y procesada y que puedan generarse pensamientos alternativos. Muchos padres se sienten opacados, excluidos e impotentes ante este avance cultural y muchas veces no poseen las herramientas necesarias para engancharse al tren de las nuevas tecnologías.
Son diversas, novedosas y complejas las problemáticas que se van dibujando en las organizaciones familiares, que merecen nuestra atención y reflexión tendiente a buscar su fortalecimiento para que puedan brindar a sus miembros las herramientas necesarias para poder afrontar a una sociedad cada vez más deshumanizada y hostil.
domingo, 6 de diciembre de 2009
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