domingo, 6 de diciembre de 2009

Los valores que hacen falta

¿Por qué a falta de modelos en nuestra sociedad aparecen estos niños que ocupan un lugar que antes eran de los adultos?
Es esperable que en la infancia los padres les brinden a sus hijos una imagen de seguridad, poder y confianza. El niño tiene la necesidad vital de admirar a sus padres para poder crecer.
Este escenario social marcado por la inestabilidad, lo imprevisible, la violencia y los cambios continuos afectan e influyen sobre la vida de las personas.
Sociedad de valores y roles trastocados, de ideales ausentes, donde se desprecian los valores abstractos que antes nos sostenían. Y en cambio, aparecen como fundamentales,” otros valores”, donde se rinde culto al dinero, los bienes materiales, los objetos y los atributos relacionados con estos, como el éxito y el poder. Ideales que marcan que el camino para ser en esta sociedad es a través del tener, sino se tiene no se es nada.
Hoy, muchas veces el lugar de los padres aparece desdibujado, padres desorientados y confundidos, que no tienen en claro cual es su función. Y ante ese vacío paternal es el hijo el que toma la posta, sobreadaptandose, haciéndose cargo de un lugar que no le pertenece y para el cual no se halla preparado.
Son los padres en la crianza de sus hijos, quienes les van transmitiendo las maneras de pensar y hacer las cosas, de ver el mundo, los ideales, las expectativas y anhelos hacia sus hijos, los valores internos, que irán estructurando sus subjetividades, constituyendo su personalidad. Se puede transmitir un bagaje posibilitador de la vida, que tengan que ver con una ética vida, ligada a valores de solidaridad, honestidad, tolerancia, cuidado del otro, el respeto al otro, que implica el reconocimiento y la aceptación del otro como diferente a uno. Valores que rescatan la importancia del esfuerzo, de la capacidad de espera, la tolerancia a la frustración, de poder tener metas a largo plazo y trabajar para cumplirlas. O contrariamente, lo trasmitido tenga que ver con valores como la omnipotencia, el egoísmo, la importancia de lo económico, los fanatismos, las ideas absolutas, el individualismo, la manipulación del otro, donde el otro en tanto diferente queda excluido. El otro queda convertido en un competidor en potencia o enemigo que nos pude dañar, al que hay que derrotar para sobrevivir, la lógica es soy yo o es otro.
Para poder construir un mundo mejor, la solidaridad es una de las alternativas con que contamos para restablecer los lazos sociales que se han resquebrajado. Estos chicos son la esperanza que nos muestra que no todo está perdido. Pero es necesario que los adultos tomemos la responsabilidad que nos corresponde.

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