Freud hablaba de tres oficios imposibles: curar, gobernar y educar. Muchos cambios sucedieron en los últimos tiempos que acentuaron la complejidad de la educación. Esta, perdió valoración social y prestigio, los docentes perdieron jerarquía. La influencia de la cultura del consumismo en la que hay que tener para poder ser, en la que se desprecian los valores que antes nos sostenían. Cultura sin barreras, de la ilusión de libertad desenfrenada, del no límite, cuando es la tarea de la educación, domesticar las pulsiones, renunciar a ciertas satisfacciones inmediatas en pos de una ganancia posterior. Además la importancia de los límites, tiene que ver con la constitución subjetiva del adolescente, con limitar su omnipotencia infantil, que vaya incorporando que la realidad no va a se siempre como el quiere, no va a poder hacer siempre lo que el desea. De esta manera va incorporando la tolerancia a la frustración, que tanto lo va a ayudar como adulto futuro. Para esto también es fundamental que el adolescente comience a conocer cuáles son sus propios límites, a aprender a ser tolerante, a desarrollar la capacidad de espera y de esfuerzo, actitudes necesarias para poder construir su propio proyecto, con metas a mediano y largo plazo.
El comienzo de la pubertad que coincide con el comienzo del secundario, marca un cambio importante para padres e hijos. Hay un cambio en esta relación y en la función y rol que hasta el momento ejercían los padres. Pero es necesario que estos estén presentes sosteniendo al adolescente, como un marco permanente de referencia y contención.
¿Cómo pensar la escuela secundaria, a pesar de todo? ¿Cómo pensar su función? Cuando está fuertemente exigida y demandada y ha quedado prácticamente como única cabeza visible de un estado fantasma.
La escuela tiene como función fundamental, la producción de subjetividades, esto tiene que ver con la formación de sujetos, con brindar herramientas para su socialización y su preparación para la vida. No se trata solo, de la transmisión, el acopio de conocimientos, que hoy pueden ser obtenidos por los avances en la ciencia y la tecnología, sino de posibilitar la apertura del pensamiento simbólico.
La adolescencia es un momento de gran fragilidad y vulnerabilidad, donde el adolescente, deberá poner en cuestión todo lo familiar y buscar otros modelos, otros ideales con los que pueda sostenerse. En esta cultura del postmodernismo los adolescentes no encuentran modelos adultos con los cuales identificarse. Antes era la figura del docente, como subrogado paterno, la que les permitía idealizar, tomar ciertos rasgos, admirar y confrontar. Hoy el docente tiene dificultades para asumir su autoridad, se encuentra en un lugar descalificado, no respetado y más expuesto. Esta imagen devaluada está avalada no solo por nuestra sociedad, sino además por los mismos padres que depositan a sus hijos bajo el cuidado y la responsabilidad de esos mismos docentes.
Muchas veces el adolescente no es tenido en cuenta como un sujeto, sino como un objeto, como un chico problema, pre-juzgado de antemano y no pudiendo sustraerse a esa etiqueta, queda mal mirado, atrapado en ese lugar.
¿Es posible que los adolescentes tengan deseos de aprender, cuando sus padres no le trasmiten el valor al saber y no confían en quienes son sus maestros?.
El proceso educativo se puede llevar a cabo si el alumno confía en el docente, si hay una valoración de la palabra del otro.
Es fundamental recuperar la idea de un futuro posible, la confianza en nuestra capacidad de cambio, para que la vida tenga sentido. Abrir espacio a la creatividad, a los proyectos, los sueños y anhelos, sin los cuales el presente carece de sentido. Sino nos quedamos pegados a la inmediatez, a lo puramente autoconservativo, nos limitamos a sobrevivir.
Cada uno en nuestro lugar y en nuestra función podemos reflexionar y hacernos responsables, posibilitando una realidad diferente para todos.
domingo, 6 de diciembre de 2009
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