Uno de los temas más conflictivos para los padres tiene que ver con la autoridad y los límites. El temor a la excesiva permisividad, cuando no hay autoridad y los límites no están fijados o lo están de una manera muy débil. O el otro extremo en el que se puede caer en el autoritarismo. A veces todo lo que es prohibición, límite, marcar caminos se lo significa negativamente y en forma automática sin reflexionar sobre el asunto.
La autoridad es un asunto complicado. Cuando es demasiado no se es soportable, el adolescente se siente asfixiado, sometido. Cuando no la hay, o es débil, se siente un poco abandonado, como si no se interesaran por él. Los adultos son una autoridad necesaria y su falta de sostén y de protección produce alteraciones en el proceso adolescente. Los adolescentes necesitan cuestionar la figura de los padres, pero que esta siga existiendo que no se quiebre. El adolescente sigue precisando de los roles paternos, sin confundirlos con los de padres- amigos, donde la función parental se desdibuja.
Quizás podríamos pensar el lugar de los padres como una presencia intermitente, es decir que estén presentes cuando el adolescente los necesita, como un marco de referencia permanente. Pero a la vez le den al hijo el suficiente lugar para que este pueda construir su propio espacio, su identidad, su personalidad.
Es importante establecer marcos de referencia, ya que estos establecen sentidos. La falta de un marco claro, aunque elástico dentro del cual moverse, manifestarse, aumenta las reacciones descontroladas y agresivas. Y estas actitudes son la expresión de un pedido de algún límite por parte del hijo, si se siente sin contención reclama de alguna manera algún límite.
Generaciones anteriores recibieron una educación muy rígida y rigurosa, con normas establecidas e inamovibles, sin tener posibilidad para la reflexión o el cuestionamiento. Fueron niños tratados como pequeños adultos, esperándose de ellos conductas adecuadas y siendo sancionados, muchas veces con severidad sino cumplían con lo estipulado.
Los padres de los adolescentes han rechazado sistemáticamente esta forma de educación, tratando de suavizar la vida de sus hijos, de evitarles los sacrificios, los esfuerzos y las dificultades, sin generar otra. Improvisan en la medida que es necesario, que la realidad lo impone, alguna pauta de conducta, a veces tardíamente, otras no es sostenida en el tiempo, quedando como diluida, sin efecto.
Estos adolescentes se encuentran con padres que tienen sus mismas dudas, no mantienen valores claros y comparten muchas veces sus mismos conflictos.
Ser padre significa dar afecto, contención, protección, trasmisión de valores y de conocimientos; a través de cierta distancia producida por la diferencia generacional. En cambio nos encontramos que muchas veces los padres se identifican con sus hijos tratando de vivir a imagen de ellos, compitiendo con ellos, lo cual crea una situación en que los adolescentes se ven obligados a actuar como adultos, sin serlo ni contar con las herramientas necesarias para su crecimiento.
¿Qué esperan los hijos de sus padres?
Que sean padres, que asuman su paternidad y pongan límites.
domingo, 6 de diciembre de 2009
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